Los hábitos de estudio son un conjunto de rutinas y técnicas que usan los estudiantes para adquirir y aprovechar al máximo los conocimientos que adquieren.
Sin embargo, no se trata de algo tan simple de crear. Más aún cuando se trata de niños, niñas y adolescentes, quienes requieren del apoyo de sus padres, sentirlos preocupados por ellos y sus estudios.
Las familias pueden aportar a la educación con apoyo pedagógico, ayudando a que el niño cree hábitos de estudio, haciéndole sentir que la familia se interesa por su vida escolar.
Por ejemplo, pueden apoyar los hábitos de lectura diaria; definir un horario de estudio; acompañar durante la lectura de un texto; preguntar de qué se trataba lo que leyó; reforzar el reconocimiento de los números y su escritura desde elementos cotidianos, como las boletas de servicios básicos, los envases de productos, etc.
Cuando los niños son muy pequeños, generar hábitos de estudio es algo más complejo de hacer, ya que no han generado suficiente autonomía y se hace muy necesario acompañarlos y guiarlos con sus estudios y deberes. En estos casos, recurrir a un hermano mayor, algún pariente o un profesor particular puede ser de gran ayuda.
A medida que crecen y avanzan en la enseñanza básica, esa autonomía se va consiguiendo de a poco, pero igualmente es fundamental orientar a los niños para que generen planes de estudio, que se adapten a cada estilo de aprendizaje, como mencionábamos en la primera parte.
Pero ¿Por qué es tan importante que hagan sus tareas y repasen diariamente las materias?
Básicamente, porque permite inculcar en los niños hábitos y actitudes importantes, como la capacidad de trabajar por su cuenta, sentido de responsabilidad por el aprendizaje, autodisciplina y manejo del tiempo (recordemos que para muchos niños las tareas representan la primera oportunidad en su vida de programar el tiempo y trabajar bajo la presión del reloj), el desarrollo de la iniciativa y el gusto por los estudios.
Usualmente, lo que se hace en una primera sesión de clases es aplicar un diagnóstico al estudiante, para poder evaluar y establecer cuáles son las debilidades y fortalezas que presenta.
Otro punto básico es el lugar o espacio a usar. Si es incómodo, puede ser la excusa ideal para dejar de estudiar. La cabeza podría proponer constantemente alternativas para oponerse a la realización de los deberes escolares, por lo tanto, es fundamental generar el mejor ambiente posible, que no desconcentre al estudiante.
Un lugar fijo, que se mantenga de manera permanente, donde no haya distractores, como radio, computadores, juguetes, celulares o televisión. Idealmente, que no sea un sitio de tránsito de personas.
Una correcta iluminación: idealmente, donde haya mucha luz natural, sin resplandores o contrastes agudos. Si ya no hay luz natural, una lámpara que genere iluminación indirecta, con pantalla semitransparente.
Mobiliario cómodo: estudiar acostado en la cama no es lo más recomendable. Podría generar sueño, por ejemplo. Lo mejor es contar con una silla cómoda y una mesa adecuada, ni muy baja, ni muy alta.
Tener los materiales de estudio a mano: libros, cuadernos, guías, lápices, goma de borrar, etc. De esta forma, se evita que el estudiante se pare a cada rato a buscar sus útiles escolares a otra pieza, interrumpiendo el estudio.
Todas las personas necesitan tiempo para hacer diversas actividades. La vida no es solo trabajo o estudio, sino que también se debe dejar espacio para los deportes, la familia, los amigos, las actividades recreativas y los deberes de la casa, entre otros.
Pero como pueden llegar a ser tantas cosas, es necesario priorizar y muchas veces habrá que dejar de lado algunos hobbies. En el caso de los niños, puede ocurrir, por ejemplo, que juegue fútbol por el colegio, tenga un grupo musical con amigos, vaya a scout y, además, esté en el taller de atletismo. Con tantas actividades, es posible que tenga que dejar alguna de ellas para no sobrecargarse.
El tiempo para los deberes escolares requiere concentración y lucidez. Y para esto, lo mejor es estar descansado y no con una agenda copada de actividades. Por lo tanto, una de las primeras cosas que se deben definir, son las sesiones de estudio.
Un estudio realizado por la Universidad de Oviedo, España, en 2010-2011 y publicado en la revista científica “Journal of Educational Psychology” determinó que a partir de un determinado tiempo invertido en hacer deberes escolares, el rendimiento empieza a decaer.
Puntualmente, a los 90 – 100 minutos de realizar las tareas, comienza a bajar el rendimiento. Según el estudio, “el punto más eficiente es entre 60 y 70 minutos. Por trabajar media hora más se obtiene un rendimiento académico mínimo y, sin embargo, esos 30 minutos más exigen un gran esfuerzo”.
Para los expertos en capacitación docente, lo ideal es que los deberes escolares mantengan una periodicidad diaria, pero en ningún caso con jornadas extensas, sino que más bien concisas.
Los autores de esta investigación, explican que las tareas generan hábitos de trabajo en el alumno, ya que aprende a autorregularse. Le enseñan autocontrol, autonomía, a retrasar la recompensa.
Como mencionamos en el punto anterior, lo ideal es mantener un proceso de estudio regular y constante. Sin embargo, en los períodos anteriores a las pruebas semestrales o los exámenes de fin de año, se requerirá de estrategias específicas.
Planificar: armar un calendario que esté en un lugar visible y con las fechas de cada prueba o examen.
Materias: definir cuáles son las materias en las que se tiene más habilidades y en cuáles el alumno se siente más débil o inseguro permitirá definir a qué asignaturas se le debe dedicar más tiempo y en cuáles podría ser necesario recurrir a una ayuda externa, como un tutor o profesor particular.
Horas de estudio y descanso: en estos períodos será fundamental dormir y descansar bien ya que en algunos casos se requerirá más esfuerzo y más tiempo de estudio, el cual debe planificarse con intermedios para no sobrecargarse.
Un punto inicial y fundamental es comprender que cada niño tiene su propio ritmo, afinidades y destrezas para ciertas materias.
También es importante identificar a qué estilo de aprendizaje pertenece cada estudiante o con cuál se siente más cercano: kinestésico, visual o auditivo. De esta forma, cualquier tipo de aprendizaje se hará más rápido y significativo para los estudiantes.
A pesar de las individualidades de cada persona, hay algunas técnicas transversales que le han servido a muchos estudiantes.
Ficha de estudio: tan simple como una tarjeta de papel o cartulina que ayuda a recordar rápidamente ciertos tópicos y contenidos relevantes. Pueden hacerse de varios colores, para diferenciar las materias o para distinguirlas por su importancia.
Por ejemplo, en una cara, se puede escribir el nombre de un evento histórico importante y en la otra cara, los personajes más relevantes. O simplemente, fechas o datos que sean más complejos de memorizar.
Resúmenes: aunque a menudo son despreciados por los estudiantes, aún son una excelente forma de fijar en la memoria o aprender los contenidos de una asignatura.
Hacer una primera lectura para entender en términos globales de qué se trata el texto o materia.
Explicar en voz alta de qué se trata lo leído.
Releer y tomar notas, apuntes o subrayar las ideas más importantes.
El objetivo es comprender cuáles son los argumentos principales y cuáles los menos relevantes.
Finalmente, es importante volver a contar en voz alta el texto con palabras propias.
En estos días, el acceso a la información es prácticamente ilimitado, por lo tanto, es muy recomendable recurrir a herramientas digitales. Buscadores como Google o plataformas de video como YouTube o Vimeo, pueden ser grandes aliados si se les saca partido correctamente. Y en los últimos años, el uso de la IA, como Chat GPT ha facilitado las cosas, cuando se usa sin «trampas».
Recurrir a ayuda externa, como hermanos o primos mayores; compañeros de curso que entiendan mejor la materia que nuestros hijos; o profesores particulares, podría transformarse en un buen punto de partida. Sobre todo cuando los niños son pequeños, les cuesta estudiar o nunca han creado
hábitos de estudio.
Aunque ya lo hemos mencionado anteriormente, siempre es bueno recordarlo: Comprender los ritmos de sus hijos y entender a qué estilo de aprendizaje pertenece cada uno (kinestésico, visual o auditivo), puede facilitar todo el proceso de estudio.
Relacionado con lo anterior, el aspecto comunicacional no puede tomarse a la ligera. El uso eficaz de todos los lenguajes: oral, gráfico, visual, sensorial, estadístico y digital, será de gran ayuda para estudiar.